Una tienda monomarca, hasta el caso límite del llamado flagship store, no es más que la materialización de un imaginario creado en torno al producto vendido y aún más a la marca que lo vende.
La visual identity del brand es más eficaz fuera del contexto de la publicidad, cuando se convierte en un entorno de vida que ofrece a los consumidores la “prueba contundente” de la bondad del producto e, implícitamente, de la realización del deseo que simboliza.
El diseñador y los fabricantes de los que se vale para la realización de la tienda, se comprometen con el cliente tanto como con su público. La tienda es de hecho el lugar para estrechar una relación de compromiso entre estas dos partes, estableciendo un contacto ante todo visual y transmitido por el ambiente, a la vanguardia de una exclusividad de la imagen - si apreciamos por ejemplo, cuánto difiere un Muji Store de una boutique Versace - que promete ser transmitida al mismo comprador.
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